Ni el Kirchnerismo se puede explicar sin el Corralito, ni el Chavismo sin el Caracazo.
Desde hace algunas semanas, la Presidenta argentina,
Cristina Fernández de Kirchner, está dando mucho de qué hablar. Primero fue la aprobación
de la ley para "desmonopolizar" el mercado de los medios de
comunicación (que perjudicó principalmente a medios críticos del gobierno); después
vino la reanudación de la guerra diplomática con Reino Unido por la posesión de
Las Malvinas; y hace unos días vimos la expropiación de la petrolera YPF a la
española Repsol. Estas medidas: la búsqueda de un enemigo externo común, la
nacionalización de empresas y el enfrentamiento abierto contra la prensa, se
han convertido en algunas de las armas favoritas de los gobiernos populistas
del continente y han hecho que la comparación entre la mandataria argentina y
su homólogo venezolano Hugo Chávez, sea inevitable. Sus métodos son ya
demasiado similares, y la prensa mundial no ha demorado en recordárselo en
cuanta línea se escribe sobre ella y sobre las perspectivas económicas del
país.
Una mirada a la historia reciente de ambos países puede
ayudarnos a comprender por qué allí se han instalado gobiernos populistas y por
qué estos siguen gozando de amplios apoyos entre la población.
Empecemos por Argentina. Durante buena parte del siglo pasado,
Argentina tuvo importantes éxitos en materia económica y social. Contaba con
una amplia clase media, una excelente producción agrícola y obtenía muy
fácilmente créditos internacionales; la
economía argentina se comparaba más a la de los países desarrollados que a la
de un país emergente, y sus habitantes vivían más como europeos que como sus
vecinos latinoamericanos.
Pero en el año 2001, Argentina vivió
su peor crisis financiera, el “Efecto Tango”. Casi de la noche a la mañana “El
Corralito”, una de las expresiones más conocidas de la crisis, sumió al país en
una fuerte crisis económica, política y social: los argentinos perdieron buena
parte de sus ahorros, más del 21% de la población, casi 3 millones de personas,
no conseguían trabajo; el 60% vivía en la pobreza, el producto interno bruto se
redujo un 64% y 5 presidentes desfilaron por la Casa Rosada en unas pocas
semanas. Las manifestaciones, los saqueos y los disturbios eran pan de cada
día.
Buenos Aires durante los días del Corralito |
Diez años después, Cristina Fernández de Kirchner
ha radicalizado su posición en un viraje aún más extremo hacia la izquierda, la
“izquierda revolucionaria”, según ella. Sus seguidores más cercanos han creado un
grupo político bastante peculiar. Se llaman La Cámpora. Son jóvenes
kirchneristas declarados, la guardia pretoriana de Cristina Fernández. Sus
rangos más altos los ocupan amigos cercanos de Máximo Kirchner, hijo de Néstor
y Cristina. Están ocupando todos los cargos del organigrama estatal argentino.
Uno de los “camporistas” más conocido es Axel Kiciloff, el joven viceministro
de economía y artífice de la expropiación de YPF a Repsol.
Venezuela: En 1973 los países productores de petróleo (OPEP)
decidieron, de forma unánime, triplicar los precios del petróleo. De un momento
a otro, el estado venezolano contaba con enormes recursos y se embarcó en una gran
campaña de gasto público. Se hicieron grandes inversiones en infraestructura
urbana (carreteras, puentes, estadios), en la cobertura de los servicios
sociales, educación y salud. Además de gastar todos sus ingresos, los
venezolanos se endeudaron con bancos internacionales. A pesar de los
inagotables recursos, Venezuela no aprovechó su época de vacas gordas para
diversificar su economía y siguió siendo altamente dependiente del petróleo. En
1986 se reacomodaron los precios del crudo y el barril de petróleo venezolano
cayó de 30 dólares a 10. Las finanzas del Estado estaban en una difícil
situación y vinieron tiempos muy duros para la población. La gente, que una
década antes veía cómo fluían los petrodólares, ahora no tenían con qué comprar
comida. Los altos precios de los alimentos y el desabastecimiento de los
mercados llevaron a la gente a las calles de Caracas 27 de febrero de 1989 para
saquear supermercados y locales comerciales. Los disturbios fueron
violentamente reprimidos y cientos de personas murieron en solo dos días. Fue
el “Caracazo”, la gran implosión de Venezuela.
Caracas, 27 y 28 de febrero de 1989 |
10 años después, en 1999, Hugo Chávez se posesionó como
Presidente de Venezuela. Junto a él llegó al gobierno una nueva casta de
empresarios, burócratas y políticos conocida como la “boliburguesía”. Hoy
dominan todos los sectores del Estado venezolano y la industria petrolera, y
son a su vez, la guardia pretoriana de Chávez.
Argentina y Venezuela comparten más que el estilo de sus
presidentes. Comparten una historia reciente muy similar. Han pasado de ser
grandes economías a sufrir terribles crisis sociales en solo unos años y esto ha
facilitado la aparición de gobiernos populistas fuertemente respaldados por la
sociedad. La Cámpora y la Boliburguesía, aún con grandes diferencias entre sí,
son los hijos de esos terribles días de la historia reciente de estos países. Ni
el Kirchnerismo se puede explicar sin el Corralito, ni el Chavismo sin el
Caracazo. Kircherismo y Chavismo son dos expresiones de un mismo mal: el
sentimiento de dos naciones que repentinamente pasaron del orgullo al abismo.
"El Caracazo" sigue aún muy vivo en la memoria de los venezolanos, en particular de los chavistas |