Friday, April 11, 2014

LA CASA DE LOS DIOSES: Roraima, Venezuela

Con tanta mala noticia que nos llega estos días desde Venezuela, quise escribir algo positivo acerca del hermano país. Y es que las personas que lo conocemos, más allá de una corta visita a Caracas, nos hemos dado cuenta que, al igual que Colombia, Venezuela es un país que a pesar de todos sus problemas, es un verdadero paraíso. Y si bien la situación de seguridad en este momento no es la ideal, los principales atractivos del país, sus playas, selvas, montañas, ríos y sabanas, perdurarán más allá de su compleja situación política; así que, sin ningún lugar a dudas, el vecino país es un destino que todos los colombianos debemos guardar en el radar.

En este caso voy a hablar de Roraima, un tepui ubicado en la triple frontera entre Venezuela, Brasil y Guyana. Un tepui es una gran meseta de laderas absolutamente verticales, que se alzan majestuosamente como gigantes castillos en medio de la Gran Sabana. Los tepuis, o “casa de los dioses” en lengua pemón, no están conectados en cadenas montañosas sino que son formaciones separadas unas de otras, como gigantes islas en el cielo (el Salto del Ángel, la catarata más alta del mundo, también en Venezuela, cae desde un tepui).

Mi viaje a Roraima empezó en Leticia y siguió una ruta bastante “inusual” para llegar a Venezuela (ruta que además, antes de hacerla, no tenía ni idea si era factible, o si en vez de Venezuela, me iba a llevar a las playas del Brasil). Después de varios días bajando en barco por el gran rio Amazonas llegué a Manaus, la capital de la selva brasilera. De ahí tomé un bus al norte hasta la ciudad de Boa Vista, y de ahí otro hasta el pequeño pueblo de Santa Elena, ya en Venezuela y base para los treks a Roraima.

El trek desde la entrada del parque hasta la cima de Roraima y de regreso toma unos cinco o seis días. Comienza en la sabana, atravesando amplios campos, pequeñas colinas y ríos transparentes. Cada día de caminata es largo y duro. Pero desde el primer momento, en el horizonte, vemos a la gran Roraima, que a cada paso se acerca y se vuelve más nítido. A los lados de la gran montaña hay otros tepuis igual de impresionantes, con grandes cataratas que caen de forma limpia y solemne por sus erguidas paredes para formar los grandes ríos que atraviesan la sabana.

Después de tres días de caminata, y después de haber subido por una estrecha ladera, a veces de no más de un metro de ancho y colgando a varios cientos de metros, llegamos a la cima. Desde ahí la vista de la gran sabana y de los otros tepuis es simplemente extraordinaria, indescriptible. Un día entero no basta para acostumbrarse y digerir tanta grandeza. Pero además de la vista, la cima de estas montañas guarda más secretos: extrañas formaciones rocosas, valles de cuarzo, lagunas, cascadas, piscinas naturales, y lo mejor, grandes rocas que sobresalen a las paredes y que cuelgan en caída libre, para que uno pueda, si se atreve, sentarse y asomar la cabeza o los pies, en algunos casos más de mil metros por encima de la diminuta selva un kilómetro abajo.

Durante años Roraima fue un secreto bien guardado y pocos viajeros la visitaban. La dificultad de su ascenso y su aislamiento en el mapa suramericano la preservaron para unos pocos. Pero cuando Pixar y Disney decidieron que “la casa de los dioses” sería el marco perfecto para su película “Up”, el secreto se reveló al mundo. Hoy, aunque los tepuis de la Gran Sabana son más conocidos y más visitados aún guardan su majestuosidad. Por mi parte, aún tengo el convencimiento de que Roraima es una de las maravillas naturales del mundo y, en mi caso, es el destino de naturaleza más impresionante que haya visitado y quizás, el que más me ha marcado.


En uno de los ríos que bajan de los tepuis.
La caminata es larga y dura; la mochila pesada y terca.
Atrás, los tepuis.
La subida se hace por una ladera peligrosa, angosta, escarpada y además, mojada.
Una vez arriba, las palabras sobran.
Haciendo estupideces con la cabeza colgando a un kilómetro de altura.