Mali es un gran país.
Tiene una gran extensión territorial, una historia fascinante y una población
absolutamente encantadora. Desafortunadamente, por estos días Mali sólo ocupa
los titulares de la prensa mundial por catástrofes de la más diversa índole.
Una revuelta armada, un golpe de estado y una posible hambruna amenazan a este
gran país de caer en una crisis humanitaria de la que solo nos daremos cuenta
cuando ya sea demasiado tarde.
Mali está ubicado en
el corazón de África Occidental, un problemático vecindario que ha visto
repetidas tragedias: terribles hambrunas, crueles dictaduras, tensiones étnicas
y religiosas, y la maldición eterna de contar con importantes recursos
naturales (diamantes, oro y petróleo, entre otros) que han servido de
combustible para algunos de los peores conflictos armados de finales del siglo
XX (Liberia y Sierra Leona, solo por citar dos ejemplos).
En medio de todo este
complejo desastre, Mali era muchas veces visto como un oasis de tranquilidad.
Sin guerras civiles, ni largas dictaduras, ni conflictos con Estados vecinos,
Mali estaba logrando que el turismo, la extracción de oro, los cultivos de
algodón y la cooperación internacional comenzaran a impulsar un escueto
progreso en el país.
Pero hoy el panorama
en Bamako es incierto porque en solo unos pocos días, el país pasó de ser ese
“oasis de tranquilidad” a estar prácticamente al borde del colapso. Esta es la
cadena de eventos:
La insurrección Tuareg:
Durante el pasado mes
de enero un grupo de combatientes de la etnia Tuareg comenzaron un avance desde
sus posiciones en el desolado norte del país hacia el sur. Los Tuaregs son
descendientes de las tribus nómadas del desierto; constituyen un 5% de la
población del país y se sienten más cercanos a sus vecinos árabes del norte que
a sus compatriotas del sur del país, que en su mayoría son de etnias negras.
Por esta razón, en repetidas ocasiones se han sublevado contra el poder central
de Bamako.
El éxito del avance
tuareg tiene nombre propio: Moamar Gadafi. El dictador libio utilizó a cientos
de mercenarios tuareg durante la revuelta que lo derrocó y ahora, estos vuelven
a casa, sin empleo, pero armados y entrenados para la guerra, mucho mejor que
las tropas malienses.
Según la Agencia para
los Refugiados de la ONU (ACNUR), el avance de los Tuareg ha causado la huida
de unos 200 mil refugiados a países vecinos, particularmente Mauritania, Níger
y Burkina Faso.
El golpe de Estado:
El 21 de marzo, con
el argumento de que el gobierno no estaba haciendo lo necesario para frenar el
avance Tuareg, un desconocido Capitán del Ejército de Mali lideró un golpe de
Estado al Presidente Amadou Touré.
El golpe ha sido
ampliamente condenado por la comunidad internacional y ya se han tomado algunas
medidas para aislar y castigar a la junta militar. Estas medidas incluyen el
cierre de las fronteras terrestres (Mali no tiene salida al mar), congelar las
cuentas bancarias del país, cortar el suministro de petróleo y detener la
comercialización del oro maliense. Ante la incertidumbre, decenas de agencias
de cooperación internacional también han abandonado el país. Estas medidas, si
bien están orientadas a asfixiar a los golpistas, terminarán por ahorcar a la
población civil.
Lo contradictorio del
caso es que tras el golpe de estado, los militares se han concentrado en la
capital y sus alrededores, abandonando la lucha en el norte y dejando que las
fuerzas insurgentes se refuercen allí y queden con el camino libre al sur,
incluso llegando a tomarse la legendaria ciudad de Timbictú.
La tragedia medioambiental:
Mercado en Diré, hoy territorio ocupado por los Tuareg. |
El peor escenario:
Es imposible saber
qué sucederá en el país africano. Lo único cierto es que los tres lados de la
tragedia de Mali son cada vez más graves:
La insurrección
Tuareg no tiene un futuro claro y cuenta con una creciente presencia de Al
Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que busca la creación de un Estado islámico
regido por la Sharia (similar al del Afganistán bajo los talibanes) y que está
haciendo de los cooperantes extranjeros uno de sus blancos preferidos. Sin la
ayuda internacional gestionada por estos cooperantes, miles de personas no
podrán comer en los próximos meses.
Finalmente, todo esto podrá ser el caldo de cultivo que intensifique las tensiones en la región y que podría empujar el conflicto hacia los países vecinos, donde el contexto social es similar. El peor de los casos sería una nueva ola de inseguridad regional: con 13 millones de personas amenazadas por el hambre en Mauritania, Mali, Níger y Sudán, los extremistas islámicos y las bandas criminales que operan en la región tendrán un escenario perfecto para llevar al Sahel al borde del precipicio. Una repetición del caso de Somalia podría ser perfectamente viable, algo que el mundo moderno no puede tolerar.
Y hoy, dos meses después desde la publicación de esta entrada, todo sigue yendo a peor... Un verdadero horror lo que está pasando. Me gusta mucho también este extracto que te dejo aquí de Galeano, sobre Malí también, lo tituló, muy acertadamente, Europa Canibal. ¡Muchas gracias por tu artículo!
ReplyDeleteLos esclavos subían temblando a los barcos. Creían que iban a ser comidos. Tan equivocados no estaban. Al fin y al cabo, el tráfico negrero fue la boca que devoró al África.
Ya desde antes los reyes africanos tenían esclavos y peleaban entre sí, pero la captura y venta de gente se convirtió en el centro de la economía, y de todo lo demás, sólo a partir del momento en que los reyes europeos descubrieron el negocio. A partir de entonces, la sangría de jóvenes vació el África negra y selló su destino.
Malí es ahora uno de los países más pobres del mundo. En el siglo dieciséis, era un reino opulento y culto. La universidad de Tombuctú tenía veinticinco mil estudiantes. Cuando el sultán de Marruecos invadió Malí, no encontró el oro que buscaba, porque poco oro amarillo quedaba, pero vendió el oro negro a los traficantes europeos, y así ganó mucho más: sus prisioneros de guerra, entre los cuales había médicos, juristas, escritores, músicos y escultores, fueron esclavizados y marcharon rumbo a las plantaciones de América.
La máquina esclavista exigía brazos y la cacería de brazos exigía guerras. La economía guerrera de los reinos africanos pasó a depender más y más de todo lo que venía de afuera. Una guía comercial publicada en Holanda, en 1655, enumeraba las armas más codiciadas en las costas del África, y también las mejores ofrendas para halagar a esos reyes de utilería. La ginebra era muy valorada, y un puñado de cristales de Murano era el precio de siete hombres.