Me alegró inmensamente ver la portada de la revista
Time de este mes. "The colombian comeback:
from nearly failed state to emerging global player - in less than a
decade".
Sin embargo, y sin quitarle méritos a Santos, algunos
no olvidamos donde se inició el "real colombian comeback": el gobierno
de Álvaro Uribe Vélez.
Aquí les dejo un extracto de un artículo de Moisés Naím, un respetado
analista político, sobre lo que dejó el gobierno Uribe.
Hablando con Álvaro Uribe
April 01, 2012
by Moisés Naím
Los ataques contra Uribe son también comunes en los
medios de comunicación, donde columnistas y comentaristas lo denuncian feroz y
constantemente. Esto es sorprendente, ya que Uribe culminó su presidencia con
un respaldo del 75%. Y, a pesar de que las denuncias han disminuido los apoyos,
el expresidente sigue siendo inmensamente popular en su país y muy respetado
internacionalmente.
Hay buenas razones para ello. Durante su presidencia,
el país experimentó una transformación casi milagrosa. A finales de los años
noventa, Colombia rivalizaba con Afganistán en la lista negra de los Estados
dominados por el narcotráfico. Hoy se codea con Chile o Brasil en la lista de
países de mayor éxito en América Latina.
Cuando Uribe llegó a la presidencia, en 2002, las
guerrillas y las organizaciones paramilitares tenían un inmenso poder. Más de
300 alcaldías estaban cerradas, casi 3.000 colombianos permanecían secuestrados
y transitar por las principales carreteras del país era un peligro. Uribe
inició una lucha sin tregua contra los grupos armados que tuvo gran éxito. Para
el final de su mandato, en 2010, el Estado colombiano había recuperado el
control y las FARC están hoy arrinconadas.
La mejoría en la seguridad impulsó la mejoría económica.
Colombia crece al 5% anual, tres puntos más que el promedio mundial. En 2011
llegó al 6%. Se crearon casi tres millones de puestos de trabajo y el desempleo
pasó del 22% al 12%. Las exportaciones se triplicaron, al igual que las
inversiones extranjeras; la inflación cayó al 3,7% y la pobreza disminuyó del
56% al 45%. Aumentó el gasto en salud y educación, a pesar de que la guerra
consume mucho dinero público.
Esto no quiere decir que Colombia esté bien. La
pobreza es enorme y la desigualdad, intolerable. Las FARC aún cuentan con 8.000
hombres y han proliferado nuevas bandas criminales. Solo el 15% de las
carreteras están pavimentadas.
Cuando le pregunté a Uribe sobre sus tensas relaciones
con su exministro de Defensa y ahora presidente, Juan Manuel Santos, me
contestó que no quiere hablar de sus “tristezas personales”. Pero no titubeó al
referirse a los retrocesos que, según él, vive Colombia: “Yo no dejé un
paraíso, pero sí un país en buen camino, y ahora tengo preocupaciones por cómo
van las cosas”, dijo. Concretamente, se quejó del deterioro de la seguridad y
de “señales equívocas en las relaciones internacionales y la defensa de la
democracia”. Sobre esto último, y refiriéndose a la más armoniosa relación de
su sucesor con Hugo Chávez, enfatizó: “Uno de los problemas es la obsecuencia
de ciertos gobernantes con los dictadores. Yo no fui obsecuente con estas
nuevas dictaduras… [A cambio de la mejor relación] el Gobierno de Venezuela le
ha entregado al presidente Santos premios de consolación, personas de bajo
nivel en las FARC. Los verdaderos cabecillas siguen cobijados en Venezuela”.
Finalmente le pregunté: ¿Por qué en Colombia lo atacan
tanto? “Cuando tomé las duras decisiones que había que tomar sabía que estaba
tocando intereses muy poderosos —de criminales y de sus aliados instalados en
la sociedad y la política— y sabía que nunca me lo perdonarían. Y ahora estoy
pagando las consecuencias”, respondió.
Para sus millones de simpatizantes esto es obvio. Para
sus feroces críticos, esto no es más que otro truco de Uribe para acallarlos.
De lo que no hay duda es que Uribe dejó su país en mejores condiciones de como
lo encontró.
Me alegró inmensamente ver la portada de la revista Time de este mes. "The colombian comeback: from nearly failed state to emerging global player - in less than a decade".
Sin embargo, y sin quitarle méritos a Santos, algunos no olvidamos donde se inició el "real colombian comeback": el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
Aquí les dejo un extracto de un artículo de Moisés Naím, un respetado analista político, sobre lo que dejó el gobierno Uribe.
April 01, 2012
by Moisés Naím
Los ataques contra Uribe son también comunes en los
medios de comunicación, donde columnistas y comentaristas lo denuncian feroz y
constantemente. Esto es sorprendente, ya que Uribe culminó su presidencia con
un respaldo del 75%. Y, a pesar de que las denuncias han disminuido los apoyos,
el expresidente sigue siendo inmensamente popular en su país y muy respetado
internacionalmente.
Hay buenas razones para ello. Durante su presidencia,
el país experimentó una transformación casi milagrosa. A finales de los años
noventa, Colombia rivalizaba con Afganistán en la lista negra de los Estados
dominados por el narcotráfico. Hoy se codea con Chile o Brasil en la lista de
países de mayor éxito en América Latina.
Cuando Uribe llegó a la presidencia, en 2002, las
guerrillas y las organizaciones paramilitares tenían un inmenso poder. Más de
300 alcaldías estaban cerradas, casi 3.000 colombianos permanecían secuestrados
y transitar por las principales carreteras del país era un peligro. Uribe
inició una lucha sin tregua contra los grupos armados que tuvo gran éxito. Para
el final de su mandato, en 2010, el Estado colombiano había recuperado el
control y las FARC están hoy arrinconadas.
La mejoría en la seguridad impulsó la mejoría económica.
Colombia crece al 5% anual, tres puntos más que el promedio mundial. En 2011
llegó al 6%. Se crearon casi tres millones de puestos de trabajo y el desempleo
pasó del 22% al 12%. Las exportaciones se triplicaron, al igual que las
inversiones extranjeras; la inflación cayó al 3,7% y la pobreza disminuyó del
56% al 45%. Aumentó el gasto en salud y educación, a pesar de que la guerra
consume mucho dinero público.
Esto no quiere decir que Colombia esté bien. La
pobreza es enorme y la desigualdad, intolerable. Las FARC aún cuentan con 8.000
hombres y han proliferado nuevas bandas criminales. Solo el 15% de las
carreteras están pavimentadas.
Cuando le pregunté a Uribe sobre sus tensas relaciones
con su exministro de Defensa y ahora presidente, Juan Manuel Santos, me
contestó que no quiere hablar de sus “tristezas personales”. Pero no titubeó al
referirse a los retrocesos que, según él, vive Colombia: “Yo no dejé un
paraíso, pero sí un país en buen camino, y ahora tengo preocupaciones por cómo
van las cosas”, dijo. Concretamente, se quejó del deterioro de la seguridad y
de “señales equívocas en las relaciones internacionales y la defensa de la
democracia”. Sobre esto último, y refiriéndose a la más armoniosa relación de
su sucesor con Hugo Chávez, enfatizó: “Uno de los problemas es la obsecuencia
de ciertos gobernantes con los dictadores. Yo no fui obsecuente con estas
nuevas dictaduras… [A cambio de la mejor relación] el Gobierno de Venezuela le
ha entregado al presidente Santos premios de consolación, personas de bajo
nivel en las FARC. Los verdaderos cabecillas siguen cobijados en Venezuela”.
Finalmente le pregunté: ¿Por qué en Colombia lo atacan
tanto? “Cuando tomé las duras decisiones que había que tomar sabía que estaba
tocando intereses muy poderosos —de criminales y de sus aliados instalados en
la sociedad y la política— y sabía que nunca me lo perdonarían. Y ahora estoy
pagando las consecuencias”, respondió.
Para sus millones de simpatizantes esto es obvio. Para
sus feroces críticos, esto no es más que otro truco de Uribe para acallarlos.
De lo que no hay duda es que Uribe dejó su país en mejores condiciones de como
lo encontró.
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