¿Por qué los cientos de miles de españoles que han salido a protestar no han logrado que el gobierno les oiga y cambie su posición?
Desde que la crisis económica se agravó en 2010, España ha visto una avalancha de protestas ciudadanas. Algunas de ellas han sido totalmente pacíficas, otras han derivado en graves disturbios y cargas policíacas que han dado la impresión de un país al borde del colapso.
La mayoría de estas manifestaciones son el reflejo de una sociedad desesperada ante la grave situación económica que vive el país. La gente ha salido a la calle con un amplio abanico de exigencias, algunas tan obvias como más empleo y menos recortes en educación y salud. No obstante, muchas de las demandas han quedado en segundo plano y debates como la actuación policíaca y ahora el referendo independentista en Cataluña, son las que han acaparado la mayor parte de la atención.
En mi tierra hay un dicho muy común que reza: el que mucho abarca, poco aprieta y creo que esto es lo que desafortunadamente ha sucedido con las protestas en España.
En la democracia, aquellos que logran incidir directamente en las decisiones de los gobiernos son aquellos que logran movilizar cierta cantidad de recursos (votos, dinero, presión política o social, etc.) para lograr alcanzar unos objetivos muy concretos: cambiar o perpetuar determinadas leyes. Las tabacaleras, los bancos, o los fabricantes de armas, por ejemplo, son todos colectivos poderosos que se unen para alcanzar sus propios fines.
Por otro lado, los diferentes movimientos ciudadanos que convocan las protestas, aunque han logrado movilizarse de forma espectacular, no han conseguido canalizar sus recursos (en este caso, la presión social) para incidir en las decisiones del gobierno Rajoy. Sus demandas, por muy legítimas que sean, son demasiado numerosas y abstractas, y en muchos casos, poco realistas. Democracia Real Ya, Dimisión, que se vayan todos, no a los bancos, abajo los recortes, Rodea el Congreso y demás, no se traducen en propuestas concretas y realistas y por ende, son desatendidas por el gobierno.
Creo que si las diferentes plataformas ciudadanas canalizaran todos sus recursos para alcanzar objetivos mucho más específicos – y de nuevo, realistas – las protestas en España conseguirían mayores éxitos. Por ejemplo, si cientos de miles de personas salieran masivamente a las calles a exigir el cambio en la normativa sobre los desahucios o lo hubieran hecho, de forma sostenida y articulada, en contra de la reforma laboral, tal vez hoy miles de personas habrían conservado sus hogares y sus empleos.
En la historia hay grandes ejemplos de movimientos de protesta ciudadanos que logran cambios contundentes e inmediatos por tener aspiraciones muy específicas: Los triunfos de la Primavera Árabe se dieron, entre otras cosas, porque las manifestaciones tenían como único objetivo la salida del líder – Mubarak, Gadafi, Ben Alí, etc. Las protestas en Estados Unidos durante la guerra de Vietnam solo exigían una cosa: la retirada de las tropas de ese país – y lo lograron. Las demandas no tienen límite: Gandhi logró quebrar al Imperio Británico movilizando a cientos de millones de personas bajo una única consigna: Independencia Total.
Los diferentes movimientos de “Indignados” alrededor del mundo han logrado poner una presión nunca antes vista sobre los gobernantes. Hoy las sociedades son más intolerantes ante la desigualdad en sus propios países, ante la poca regularización del mercado bursátil y ante los abusos de los bancos. Estos son grandes logros que sin duda afectarán la forma en la que los políticos tomarán sus decisiones en los años venideros. Sin embargo, los cambios no se deben dar a largo plazo; aún falta que estos grupos logren modificar de manera contundente e inmediata algunos puntos específicos de sus propias legislaciones.
En Mayo de 1968 los estudiantes de París llevaban la consigna, Sé realista, pide lo imposible. Todos hemos escuchado sobre las protestas de la Primavera del 68, pero pocos sobre sus logros directos (bienvenido el debate). Hoy no estamos en la Primavera del 68 sino en plena crisis económica y en la situación actual, la consigna debería ser: Sé realista, pide lo realista. Creo que exigiendo cambios realistas y concretos los indignados del mundo avanzarían más rápido hacia lo que todos queremos: volver ilegal lo que hoy ya consideramos ilegítimo.